Personalidades

Un aquelarre contra el machismo

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La bruja más anciana alzó sus brazos y con sus manos formó un triángulo. El resto de sus compañeras la imitaron. Era un grupo de aproximadamente 30 mujeres de todas las edades, desde niñas bebés hasta mujeres mayores. Llevaban, la mayoría de ellas, vestidos y gorros de bruja. Aunque no había escobas, alguna de las ellas, incluso, llevaba un hacha en sus manos. Mujeres blancas, de color, latinas, asiáticas y occidentales. Ese aquelarre de brujas que no parecían tener demasiado en común se encontraba reunido en Sol por un mismo motivo: acabar con el patriarcado, el machismo y el capital.

La “Marcha de brujas” tuvo lugar el pasado día 31 de octubre en Sol. Las brujas madrileñas se encontraron bajo la estatua ecuestre de Carlos III  y, aunque se esperaba la asistencia de cerca de 1000 mujeres, el encuentro no se dejó de realizar por ser menos de lo esperado. Así, mientras de fondo se escuchaba la música de los mariachis en la plaza, las brujas de Madrid empezaron a alzar la voz al unísono.

¡Somos las hijas de las brujas que no pudieron quemar!

Las más mayores del grupo llevaban la voz cantante y animaban a las demás, algo más tímidas, a participar en los gritos reivindicativos. Faltaba poco para que llegara la noche y la luz del atardecer se reflejaba en los cabellos blancos de la mujer que leía en voz alta el manifiesto que habían preparado.

Las mujeres hemos sufrido los más grandes genocidios. Tan solo durante los años de la caza de brujas se cree que asesinaron a más de 60.000 mujeres que tenían conocimiento, poder o autonomía. Las desprestigiaron.

Todas escuchaban atentas la explicación, incluso las niñas más pequeñas. Todas las brujas llevaban con orgullo sus gorros y sus ropajes oscuros, otras también cargaban a sus hijas recién nacidas. Ese sería el primer aquelarre de aquellas niñas. La bruja mayor relataba para sus compañeras cómo la caza de brujas fue un genocidio de mujeres que se llevó a cabo durante los siglos XVI y XVII. Eran acusadas de hacer brujería y por ello fueron torturadas y asesinadas.

¡A las mujeres las quemaron por sabias, porque sabían más que algunos hombres! Las mujeres estorbábamos y por eso nos quemaron. Hoy estamos aquí por todas esas mujeres.

Cuando terminó el discurso, todas aplaudieron y vitorearon. Llevaban puestos, con imperdibles, unos carteles en sus vestidos. Las brujas recogían en ellos la tesis que realizó Silvia Federici en su ensayo, Caliban y la bruja, que rezaba que la caza de brujas fue un elemento imprescindible para instaurar el sistema capitalista moderno.

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A raíz de la privatización de las tierras, las mujeres se vieron forzadas a confinarse en sus casas y dedicarse al trabajo doméstico no remunerado. Esto provocó que la dependencia que tenían de los hombres fuera todavía mayor. En las cazas de brujas, las que eran acusadas solían tratarse de mujeres con un pequeño grado de independencia, con pequeñas tierras o conocimientos sobre el control de la natalidad.

El capitalismo es un sistema que nos oprimió y nos sigue oprimiendo. Hoy en día vivimos otro tipo de caza de brujas pero que, de igual manera, se sustenta en la existencia de este modelo económico –explicó una de las brujas adultas a las más jóvenes.

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Las brujas mayores comenzaron a repartir pegatinas con eslóganes feministas y las más pequeñas del grupo corrieron rápidamente a por las suyas. Una  de las brujas más pequeñas le daba la mano a su madre y llevaba pegada, en su colorido traje de bruja naranja, una pegatina que decía “que vaya sola no te da derecho a nada”. Mientras las brujas se reunían en corro, la madre le  hablaba sobre cómo el capitalismo controla, actualmente, muchos de los aspectos de la vida de las mujeres como la sexualidad o su imagen.

La marcha acabó transformándose en un encuentro estático, las brujas no se movieron de su sitio y se mantuvieron bajo la sombra de Carlos III. A su lado, llamaba la atención una carpa. Estaba rodeada de cartones, un colchón inflable y muchos carteles. En uno de los laterales se encontraban escritos varios de los Derechos Humanos. En una mesa, frente a la carpa, un hombre y una mujer recogían firmas.

Es una acampada que estamos haciendo varios colectivos, entre ellos Anti-pederastia, para denunciar la violación continuada a los Derechos Humanos. Llevamos aquí varios días pero ningún medio ha publicado nada al respecto.

Así, dos luchas se encontraron. Las brujas gritaban pero también firmaban en la mesa de la carpa. Las personas que acampaban, de igual manera, también repetían los cánticos de las brujas feministas. Codo con codo, se apoyaron esa noche. Cuando el aquelarre comenzó a llamar la atención de la gente se decidieron a marchar alrededor de la plaza y la mujer de la carpa acompañó a las brujas en su paseo reivindicativo, durante el paseo y entre los gorros, las hachas y las varitas mágicas, admitió que el problema que ellos buscaban solventar, la pederastia,  es algo que va de la mano con el patriarcado.

Es el patriarcado el que sexualiza sistemáticamente a las niñas pequeñas y las convierte en objeto de deseo para los hombres. El patriarcado crea pedófilos.

El paseo fue breve pero no se libró de la intervención policial, que pidió la identificación de las brujas que habían organizado esa marcha y les recordó que tendrían que dispersarse pronto. Las mujeres, en un acto final, se agarraron las manos y formaron un círculo. La bruja mayor  se colocó en el centro. Su cara estaba pobremente iluminada pero aún se podían ver los surcos de su piel y sus ojos y labios pintados de negro. Levantó en sus manos una de las pegatinas. “Esto es machismo” es lo que se podía leer en ella.

Vamos a quemar el machismo, hermanas. ¡Abajo el machismo, arriba el feminismo!

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Y, en un acto simbólico, el machismo ardió bajo la mirada de las treinta brujas y los dos manifestantes que acampaban en Sol. Al principio el pequeño fuego no tenía fuerza y varias brujas, juntas, trataron de avivarlo. Solo de esta manera, unidas y en sororidad, el fuego volvió a quemar con fuerza. Al final solo quedaron las cenizas del machismo. Las brujas, sin soltarse, cantaron victoria.

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