
«Corremos por ellas»
La pasada semana tuvo lugar el 25-N o el día contra la violencia de género, una fecha en que anualmente se recuerda a todas aquellas víctimas de la violencia machista. Es evidente que la principal víctima de este tipo de violencia es la mujer, sin embargo no se queda solo ahí sino que afecta también a hijos, hermanos o cualquier persona vinculada con ellas.
Parece ser que este día le recuerda a España que no son pocas las personas que sufren y conviven con este tipo de violencia. Que se trata de un problema serio y algo con lo que acabar. Pues es precisamente en este día en que los medios de comunicación se vuelcan más con una causa que asola la sociedad española de forma diaria. El Gobierno lee comunicados en honor a las víctimas, se organizan toda clase de eventos y las aulas se llenan de actividades para honorar a todas aquellas mujeres cuya vida ha sido sustraída (matar no es la única forma de arrebatar una vida). Otras actividades, como la manifestación que tuvo lugar el pasado sábado en la plaza del Sol de Madrid, a la que asistieron cientos de personas paralizando la calle Mayor, nos recuerdan que aún queda esperanza.
Son los eventos y actividades que se organizan en estas fechas los que más han captado mi atención y el de otras personas, como este chico.

Este chico denuncia los fallos del lenguaje que se cometen a la hora de crear eslóganes para promocionar y difundir este tipo de campañas. Suelen ser del tipo “corremos por ellas”, “luchamos por ellas”, “bailamos por ellas”… es decir, lo hacemos “por ellas”, las víctimas de la violencia machista. Como bien explica este tuitero, el hecho de que se hable de “ellas” es referirse a las mujeres como terceras personas por las que se pretende lograr algo. Entonces, si la mujer es una tercera persona, ¿quién es la primera persona que corre, lucha y baila? Tendría sentido pensar que con “ellas” se refiere exclusivamente a las mujeres que son víctimas de esta clase de abusos y que la primera persona es el resto de la sociedad que no los sufre y que quiere echar una mano. Pero si te paras a pensarlo, en este contexto cualquier mujer podría convertirse en víctima de la violencia de género, de hecho. La violencia machista no es solo la violencia doméstica e íntima que los medios de comunicación tanto nos enseñan, sino que además son las agresiones sexuales y el acoso que día a día casi todas las mujeres sufren con independencia de su edad, raza o clase. Además, todas sufrimos la falta de libertad que supone ser mujer en una sociedad patriarcal porque, claro, no se puede andar sola por la noche o beber más de la cuenta, eso es un peligro. Un peligro que no existe para los varones. Se trata de algo que nos afecta a todas. Entonces, ¿por qué no corremos, bailamos y luchamos por nosotras?
Si os fijáis, aquellas actividades organizadas por colectivos feministas tienen eslóganes muy diferentes, del tipo “Nos queremos vivas”, “nos queremos libres”,… porque somos todas las involucradas y las que queremos acabar con este tipo de agresiones y, por desgracia, llorar a las víctimas de una guerra que parece no tener final.
Pero, ¿cuál es el verdadero problema de que se utilice la tercera persona para referirse a este tipo de actividades? Precisamente porque, como acierta en decir el tuitero, el hecho de que se utilice hace que la mujer sea tratada como algo ajeno que no toma parte activa en su preparación, organización y desarrollo. Como si, además, no pudiera buscar una solución a su propio problema. Es paternalista y es machista.
Es posible que este tipo de eslóganes sean apropiados para otro tipo de campañas pero no para la lucha contra la violencia de género. Pues, recalco, todas las mujeres son víctimas de la violencia machista de una u otra forma y de manera o no consciente. Como he dicho, relegar a la mujer a tercera persona en este tipo de eventos supone que, de nuevo, se la desplaza a una segunda posición en que la solución no depende de ella y ella, por sí sola, no puede hacer nada. Algo que nos devuelve al punto de partida de la sociedad machista que queremos cambiar.

