
Amor romántico II: violencia y adolescencia
Hace dos semanas estuvimos hablando en las Gafas Violetas sobre qué era el amor romántico y cuáles eran los 8 mitos fundamentales que sustentaban esa idea del amor incondicional, acaparador, basado en la falta de individualidad y de libertad, y, en definitiva, nocivo. Hoy continuamos con el segundo artículo de esta saga de publicaciones dedicadas al amor romántico y vamos a reflexionar sobre cómo esta noción del amor sirve de base a la violencia dentro de la pareja; y cómo familiares, profesorado y jóvenes pueden detectar estas relaciones tóxicas.
Hay un aspecto esencial de nuestra sociedad, que es la socialización. Este es el nombre que se le da al proceso que iniciamos desde que nacemos y a través del cual vamos aprendiendo los valores, tradiciones, normas y esquemas de la sociedad y cultura en la que nos encontremos. Es decir, es el proceso a través del cual vamos creciendo e insertándonos en una sociedad. Aprendemos qué es lo que debemos y no debemos hacer, qué es el bien y el mal, cuál es nuestro papel y qué se espera de nosotros. Este es un proceso que cada persona dependiendo de su entorno vivirá de forma diferente.
Sin embargo, debemos destacar una parte esencial de este proceso y es que es diferencial entre mujeres y hombres.
La socialización diferencial implica la consideración social de que niños y niñas son en esencia (por naturaleza) diferentes y están llamados a desempeñar papeles también diferentes en su vida adulta. Así, los diferentes agentes socializadores (el sistema educativo, la familia, los medios de comunicación, el lenguaje, la religión y todo lo que nos influye a la hora de crecer en sociedad) tienden a asociar tradicionalmente la masculinidad con el poder, la racionalidad y aspectos de la vida social pública, como el trabajo remunerado o la política (tareas productivas que responsabilizan a los varones de los bienes materiales) y la feminidad con la pasividad, la dependencia, la obediencia y aspectos de la vida privada, como el cuidado o la afectividad (tareas de reproducción que responsabilizan a las mujeres de los bienes emocionales).
Se nos educa en la idea de que el éxito personal del hombre se encuentra en el ámbito público de las relaciones personales, el trabajo, etc. mientras que el éxito personal de la mujer se dará en el ámbito privado del hogar, la familia, los hijos, etc.
Por supuesto, esto también afecta a la forma de amar, ya que se enseña a las mujeres jóvenes que la responsabilidad de que una relación amorosa vaya bien es suya, además, se enseña a las mujeres que es su labor hacer sacrificios, renuncias y esfuerzos constantes en las relaciones en pareja.
De forma esquemática se dice que en las chicas el amor romántico viene a ser el romance de la búsqueda, entrega, fusión con la otra persona, ansiedad, compromiso. En los chicos el amor implica cierta ganancia pero no compromete aspectos nucleares del yo personal. En las chicas el amor romántico sería una forma de organizar el futuro y una construcción de la identidad personal. En los chicos el amor romántico se relaciona más con la seducción, con el acceso a las muchachas…
Como decía Chimamanda, activista y escritora feminista de la que hablamos la semana pasada, algunas de las frases más típicas ya en la edad adulta en relación con este tema son: lo hice para mantener la paz en mi relación; lo hice por la estabilidad de mi matrimonio, etc.
Como augurábamos al principio del artículo, efectivamente el amor romántico es un pilar fundamental de la violencia de género.
En primer lugar, el que no se cumplan las exigencias, estereotipos o convenciones que establece el amor romántico puede causar frustración, depresión, insatisfacción, desaprobación social, etc. lo cual puede degenerar en violencia contra la pareja que no cumple con lo que se pide y establece en la sociedad.
En segundo lugar, si se dan estas situaciones, muchos de estos ideales pueden retrasar el que la víctima denuncie al agresor, como veíamos muchos de los mitos del amor romántico llevan a la auto-culpabilización; a que se considere una relación rota como un fracaso personal; a que como el amor todo lo puede se persista en la relación con la persona maltratadora; que se justifiquen celos, o la posesión, ya que son una prueba de amor etc.
En tercer lugar, todo esto puede desembocar en que la víctima niegue la realidad o que la víctima se haya aislado tanto de sus círculos de amistades o familiares que no pueda pedir ayuda y se vea silenciada. Además, la perdida de individualidad de la que hablábamos desemboca en la pérdida de autonomía de la víctima y de que su pareja la controle gestionando su tiempo, espacio y actividades, por lo que la denuncia y huída son más complicadas.
Las personas adultas en relaciones estables, que conviven juntas o que están casadas son las que más sufren todo esto, ya que es en estos escenarios en los que mayoritariamente se da la violencia de género. Sin embargo, todo esto viene creado y fomentado desde que somos jóvenes, pues muchas de las creencias de cómo deben ser las relaciones, de románticas e idealizadas, se gestan en esta etapa. En una época como la adolescencia donde empiezan a producirse los primeros encuentros amorosos y sexuales, es muy peligroso que estas ideas no se desmientan.
Desde la educación se deben enseñar a detectar los estereotipos y roles de género, a deconstruirlos y enseñar, fomentar e impulsar a las personas para que construyan nuevas formas de pensar y sentir las relaciones en pareja, esta vez basadas en el respeto y en que el amor debe hacer libres a las personas y no poner cadenas, preocupaciones, inseguridades o sufrimientos.
Para esto la educación es esencial y el Instituto Andaluz de la Mujer creó la guía Abre los ojos. El amor no es ciego con diversas propuestas para prevenir los mitos del amor romántico y educar en la igualdad en las escuelas y con los padres.
Destaca la “escalera de la violencia” con algunos gestos o actitudes sobre los que reflexionar, ya que son signos de que estamos ante una relación para nada saludable que puede conducir a la violencia.
En esta guía se establecen cuatro pilares fundamentales que se dan en una relación saludable, que son: respeto, libertad, igualdad y confianza.
Es esencial que entre personas jóvenes y sus familiares haya buena comunicación y que las familias estén atentas a determinados signos.
Por último, destacar las actividades que proponen para hacer con estudiantes tanto en la escuela, como en el instituto o en la universidad. Desde reflexionar sobre letras de canciones, plantear situaciones típicas que se dan a día de hoy en las parejas, o analizar tópicos, hasta contar historias o examinar películas y series.
Todo lo podéis encontrar en: Abre los ojos. El amor no es ciego, Instituto Andaluz de la Mujer
En definitiva, para prevenir todo esto y que las relaciones amorosas supongan libertad debemos trabajar desde la educación la forma en la que crecen, socializan y se definen las personas desde jóvenes. La familia y la escuela educan pero los medios de comunicación, las películas, la música y la publicidad también influyen, tema que trataremos en próximas publicaciones.
Y al igual que en el anterior artículo recomendamos el libro Claves feministas para la negociación en el amor, más dirigido a mujeres adultas, esta semana os recomendamos la lectura No te lies con los chicos malos. Guía no sexista dirigida a chicas, más para adolescentes con test y ejercicios muy interesantes.


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