
Los hombres que piropeaban a las mujeres
Cuando tenía once años un hombre me persiguió por la calle con una moto mientras se masturbaba. Cuando tenía doce años un hombre me silbó mientras caminaba por la calle. Cuando tenía trece años un hombre me dijo que con ese cuerpo me iban a poner mirando para Cuenca muy rápido. Cuando tenía catorce años un hombre me tocó el culo sin mi consentimiento. Cuando tenía quince años un grupo de hombres me acosó por la calle. Cuando tenía dieciséis años un hombre me gritó «Morena, ¿a dónde vas tan sola?«. Cuando tenía diecisiete años un hombre me lanzó besos en un autobús. Cuando tenía dieciocho años un hombre me tocó las tetas sin mi consentimiento. Cuando tenía diecinueve años un hombre se masturbó en el tren mientras me miraba.
Esto no es ni una ínfima parte de la gran cantidad de situaciones en las que un hombre me ha acosado solo por el hecho de ser mujer. Lo que para vosotros es un piropo para nosotras es una opinión que no hemos pedido, una invasión a nuestra intimidad y nuestro cuerpo, una forma de hacer de nuestra persona un objeto que poder mirar y tocar a vuestro gusto.
Vídeo que se hizo viral hace 3 años en el que una mujer sufría acoso callejero por Nueva York
Desde pequeñas nos enseñan a no ir solas por la calle, a tener cuidado cuando salimos por la noche, a quedarnos calladas cuando nos gritan comentarios sobre nuestro cuerpo por la calle por miedo a la reacción que puedan tener esos hombres e, incluso, nos enseñan a ver esos comentarios hacia nosotras como un piropo, como algo bueno. Porque tu cuerpo es suyo para comentarlo, poseerlo y tocarlo libremente. Porque tú, mujer, eres patrimonio del patriarcado.
«Los piropos supongo que son una consecuencia más del sistema patriarcal machista en el que los hombres, por serlo, se creen con derecho consolidado sobre nosotras para evaluarnos por nuestro aspecto públicamente, sin importarles si nos apetece o no. Es machismo callejero vendido de forma bonita, aunque de agradable para nosotras no tiene nada»
García Mayayo.
Estoy harta de escuchar que debería estar agradecida. Agradecida porque los hombres me consideran lo suficientemente buena para ellos y por eso me «piropean», porque eso significa que aceptan mi cuerpo y mi apariencia y que, además, la disfrutan. Como si yo fuera un objeto de disfrute, como si yo necesitara sus comentarios para sentirme válida y aceptada. No, no los necesito y no los he pedido y, por lo tanto, haciéndolo estáis invadiendo no solo mi intimidad sino también coartando mi libertad de ir por la calle sin miedo.
Sin miedo a que por la noche un grupo de hombres me grite comentarios sobre mi cuerpo mientras paso por su lado, sin miedo a ir sola a cualquier hora del día, sin miedo a los hombres que se atreven a intimidarte en el transporte público. Porque nosotras no queremos ser valientes, queremos ser libres.
Quiero ser libre para caminar sola por la calle, libre para vestir como quiera. Quiero que mis amigas y yo dejemos de preguntarnos si llegamos sanas y salvas a casa cada vez que salimos, quiero ser libre para viajar sola sin que mi madre se preocupe por si me violan, quiero ser libre para dejar de llevar las llaves en la mano por si un hombre me hace algo por la calle. Quiero ser libre y que ningún hombre se atreva a tocar mi cuerpo sin mi consentimiento. Quiero ser libre y no tener miedo. Así que, hombre, si me estás leyendo, no quiero tu piropo, quiero tu respeto pero no porque tengas hermanas, madre, mujer e hijas. Quiero tu respeto, simple y llanamente, porque soy un ser humano.

