
Cinco enseñanzas feministas de Frozen
Las princesas Disney son protagonistas femeninas de productos de entretenimiento infantil. Más concretamente son las que encabezan películas producidas y lanzadas por la gran corporación mediática Disney dirigidas a su público infantil y femenino. Son mundialmente conocidas y se caracterizan por la homogeneidad que presentan y la gran cantidad de lugares de los que proceden. De oriente a occidente hay princesas Disney. Muchas de ellas, como Mulán, ni siquiera son princesas de verdad, pero se les ha atribuido tal honor. Porque, por encima de todo, las princesas Disney son las ídolos que miles de niñas que quieren ser. Son, en muchas ocasiones, la aspiración que se les presentan y todas sueñan con seguir sus pasos y convertirse en la próxima princesa de Arandell y casarse con el príncipe azul que les trae unos manolo blahnik de cristal. Pues seamos sinceros, ¿qué hombre necesita tiempo para enamorarse de una bella mujer si ya ha bailado una vez con ella y encima le entran unos zapatos carísimos?
Pero las princesas Disney no son solo personajes, sino que son parte de un proyecto mayor. Son, como ya he dicho, las creadoras de buena parte de las ambiciones femeninas. Sus películas normalizan las convenciones sociales y colocan a hombres y mujeres en el lugar que les corresponde. Son parte de la segregación de contenido infantil de la sociedad y perpetúan la posición de hombres y mujeres, los roles y las características básicas que les deben definir. Los sueños por los que luchar y las ansias por las que vivir. Son, en pocas palabras, una poderosa fuente de educación que durante muchos años se ha decidido por perpetuar el heteropatriarcado de base. Por incidir en la raíz de lo que las mujeres deben ser.
La primera de todas ellas, la peor parada, fue Blancanieves, cuya historia no nos deja indiferentes. Una joven adolescente que en el año 1937 huía de una madrastra malvada y se escondía en una casa en el bosque con siete hombres trabajadores a los que hacía el desayuno, la comida, la cena e incluso les limpiaba los calzoncillos. Su madrastra, que quería acabar con ella solo para poder ser la más guapa del reino (¿Quién quiere ser poderosa si es guapa?) la alcanza y le hace caer en un sueño eterno de la que es salvada por un apuesto príncipe gracias a un beso “de amor verdadero”.
Una preciosa historia que si analizamos con perspectiva se convierte en una vil pesadilla. Blancanieves era una ama de casa que huía de una malvada y atractiva mujer que consiguió acabar con ella y fue salvada por un total desconocido gracias a un beso (que ella no había pedido) con el que más tarde se casó porque “es lo que tocaba”. No conocía de nada a ese hombre, pero, chica, te ha salvado de pasar el resto de la eternidad en un ataúd de cristal y se lo debes todo.
Luego llegó la sirenita, que lo único que deseaba más que huir de su tirano padre era casarse con un buen marinero real que paseaba por las playas que ella frecuentaba. Le vende su alma al diablo, una vieja bruja de los mares con tentáculos, y consigue dos bellas piernas para poder salir a pasear con su desconocido galán. Sin embargo, a cambio de las
piernas entrega su voz. Por supuesto, príncipe y princesa se enamoraron. Ella se enamoró de la manera de huir de su padre. Él se enamoró de una chica sumisa y desesperada.
Las princesas Disney siempre han colocado a las mujeres en el lugar que les corresponde: una maravillosa casa y un apuesto marido de los que cuidar. Pero la sociedad es esa cosa que cambia de parecer y de caminos y, aunque los cambios aún no sean lo suficientemente significativos, se notan. Una nueva oleada de princesas Disney ha llegado con el cambio de milenio a transformar la posición de la mujer y convertirla en un activo fuerte, valiente y libre, con ambiciones que superan la casa y el hombre y que las lleva a querer ser lo que desean. Dentro de esta nueva oleada de princesas se enmarcan las protagonistas de uno de los filmes que más ha triunfado en todo el mundo en la última década: Frozen.
Aunque es una película que aún tiene que pulirse mucho más desde la perspectiva de género y que comete muchos de los fallos de sus precedentes, contiene valiosas enseñanzas feministas tanto para ellos como para ellas. Se trata de una película protagonizada por dos mujeres, Elsa y Ana, princesas huérfanas del imaginario reino de Arandelle. Cuando sus padres fallecen en un trágico accidente marítimo, ambas se encierran en su palacio por orden de la mayor de las dos, Elsa. El día en que esta ha de ser coronada, las puertas del palacio se abren, para placer de Ana. Lo que la pequeña no sabe es que su hermana tiene poderes mágicos que de no mantener bajo control podrían hacer daño a muchas personas, y que son la causa por la que Elsa se ha alejado de todos (por orden de su padre, también te digo). Pues bien, dentro de esta historieta simplista se encuentran cinco valiosas enseñanzas feministas que comentamos a continuación.
1. La opresión femenina
La verdadera protagonista de Frozen es Ana, la menor de las hermana. Sin embargo, Elsa es el personaje más importante desde el punto de vista de género. Sus poderes mágicos se presentan como una prisión para ella, pues las emociones negativas como el miedo o la ira podría tornarlos malvados y hacer daño a las personas. Para prevenir este peligro, su padre la educa en la represión de sus emociones y la relega a una vida de sumisión y encierro. Para ser una «buena chica», debe reprimir sus emociones, sus sentimientos y recluirse en el hogar. Abandonar su forma de ser y convertirse en otra persona completamente distinta. Pero Elsa se harta de la situación y decide que prefiere estar sola y alejarse de todos a no poder ser ella misma. Nos lo hace saber a través de la canción mundialmente famosa y condecorada con un Oscar, Let it go. La brillante interpretación de Idina Menzel (en inglés, para el resto de idiomas tiene una intérprete diferente) manda un mensaje de empoderamiento y ruptura de grilletes. De liberación contra la opresión.
2. El amor lleva tiempo
Ana, harta de la vida de reclusión en palacio que lleva, sueña con que su príncipe azul la rescate. Tiene una concepción idílica del amor. Piensa que consiste en un flechazo, en un instante. Que es inmediato y dura para siempre. El día de la coronación de su hermana, conoce a Hans, un atractivo príncipe de un país al otro lado del mar. En una sola noche parecen haberse enamorado y comienzan a hacer planes de futuro. Sin embargo, a lo largo de la película el resto de personajes hacen entrar en razón a Ana y le hacen ver que el amor verdadero lleva tiempo y que se debe conocer mejor a la persona de la que te enamoras, derribando el mito del amor instantáneo y eterno. De hecho, al final acaba por enamorarse de su compañero de viaje y aventura, Kristoff, un humilde hombrecillo que se dedica a picar y vender hielo. El tiempo que tienen para conocerse les permite descubrir a ambos que, en realidad, se gustan.
3. El engaño del amor
Hans, el querido de Ana al principio, resulta ser el malo de la película en un intenso giro de los acontecimientos. La realidad es que hace creer a Ana que estaba enamorado de ella, aprovechando la ingenuidad de esta, para poder hacerse con el control del reino. Un hombre que para conseguir sus fines utiliza la idea idílica que tiene Ana de las relaciones y le promete amor eterno.
Algo que, por desgracia, no pasa solo en la ficción. Además de hacer ver lo mezquina que es esta acción y advertir de la posibilidad de que ocurra, la película castiga al malo y le penaliza por sus cruentos actos.
4. El amor verdadero
Como en todas las películas de princesas Disney, la protagonista se ve en una situación de vida o muerte de la que solo puede salvarla un acto de amor verdadero. En este caso, cuando se descubre que la única manera de salvar a Ana de un fatal destino es mediante un acto de esta clase, todos se empeñan en que un beso del hombre al que ama y quien le ama bastará para deshacer el entuerto. Solo hay un problema, Ana no puede estar enamorada de nadie, ni nadie de ella por lo que se ha comentado antes de que el amor necesita tiempo. Sin embargo, cuando Hans intenta acabar con Elsa para poder hacerse con el control total del reino hacia el final de la película, Ana se interpone entre ambos y la salva. Lo hace por amor hacia su hermana. Ese acto de amor verdadero es el que realmente acaba por salvarla del fatal destino. Un acto que sale de ella misma hacia otro, porque el amor verdadero no es solo el que recibimos de los demás, sino también el que damos. Un acto que habla de empoderamiento y de la capacidad que tiene Ana para salvarse ella misma sin necesidad de que ningún hombre lo haga por ella.
5. El consentimiento
Una vez concluida la aventura, Kristoff y Ana se dan cuenta del amor que sienten o pueden llegar a sentir el uno por el otro. Por supuesto, tiene que haber beso al final de una película de este tipo entre la princesa y el hombre al que ama. Una cosa destacable y que puede pasar inadvertida es que, antes de darle el beso, Kristoff le pide permiso a Ana para hacerlo. Un acto bonito que nos habla del consentimiento mutuo y de la manera en que deberían hacerse las cosas.
https://www.youtube.com/watch?v=Xt4ZDdq8WEc
Las princesas Disney están empezando a cambiar la figura de la mujer dentro de la sociedad. De hecho, se rumorea que Elsa podría convertirse en la primera princesa lesbiana de la historia de Disney. Pero para eso tendremos que esperar al año 2019, para el que ya está confirmado el estreno de la segunda parte de la película.


2 Comentarios
Mafi
Totalmente de acuerdo con esta visión de princesitas
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