Sociedad

Salir de fiesta y los espacios seguros

Lo que se lee a continuación es una opinión personal en forma de reflexión

Salir de fiesta, como comúnmente se conoce, es una actividad cuya definición es complicada, diría que por ser demasiado subjetiva. Muchos dirán que se centra en salir acompañado a locales en que sirven copas y con la música lo suficientemente alta como para no escuchar tus pensamientos. Siempre de noche. Otros, que se hace de día,  a la hora de las cañas, siempre acompañado, con ruido de fondo, pero no suficiente como para impedir la charla y la conversación. Hay gente que prefiere no salir de fiesta, sino montarla en su casa, creando la atmósfera adecuada. Otros te dirán que un estadio donde se juega el partido adecuado también podría serlo.

Por eso, definir que entra dentro del concepto «salir de fiesta» es tan complejo. Esto se debe a que salir de fiesta, si bien es una actividad específica, está relacionado con la diversión. Cada persona tiene una manera diferente de divertirse, por lo que el concepto cambia de unos a otros. Lo que está claro entonces es que, salir de fiesta, está asociado al ocio. A pasar un buen rato y divertirte. Como muchas otras experiencias y actividades ligadas a esto, no siempre tiene por qué salir bien. Puede que salgas un sábado y no sea todo lo agradable que quisieras. Sin embargo, es esta la finalidad, pasarlo bien. Da igual que salgas solo o acompañado, bebas o no, sea de día o de noche, la música esté alta o baja, porque cuando sales de fiesta lo que quieres es pasarlo bien. Por tanto, depende de las personas, las sociedades e incluso las culturas lo que este término significa.

Sin embargo, aquí en España, como en la gran mayoría de sitios (hablo con conocimiento occidental), mayormente se define como salir de noche, acompañado por amigos, a un local nocturno con la música de moda tan alta que apenas escuchas al compañero que te grita al oído un «acompáñame al servicio». También se tiene la consideración de que es este el ambiente adecuado para ligar y acabar así la noche por todo lo alto. Algo que podría ser totalmente sano y normal de no se por lo de siempre. De no ser porque vivimos en un patriarcado tóxico que afea lo que podría formar parte del placer y la diversión.

Por eso, cuando eres mujer y sales de fiesta, no siempre te lo pasas bien. Da igual que clase de mujer sea porque siempre puedes gustarle a un cortés caballero que se encapricha de ti y que te desea con tantas fuerzas que inicia maniobras orquestales en la oscuridad. Suele pasar que, cuando a ti también te interesa, todo fluye con naturalidad y acaba bien. Happy End. Pero si tu no tienes interés, la cosa puede acabar mal. O incluso peor. Y lo sabemos de sobra, porque hemos escuchado todo tipo de casos. Desde los más «leves» en que el pesado de turno te acosa fastidiandote la noche de diversión, hasta los más violentos que finalizan en agresiones sexuales diversas. Lo que va desde, dicho mal y pronto, joderte la noche, hasta acabar con tu vida. Lo peor, es que si no te pasa a ti, le pasa a una amiga, a tu prima, a la chica de al lado (esa en la que tu te habías fijado también, ya te había rechazado y le has dejado seguir con su vida porque es lo lógico).

A mí, personalmente me ha pasado poco. No soy todo lo normativa que el mundo quisiera y, eso que tantas veces me afecta (tantísimas), en este caso me salva. Las pocas veces que me ha pasado, ha sido leve, y he acabado zanjando el tema antes de acabar la noche y retomado mi camino de diversión. Pero a mis amigas sí que les pasa, mucho. Suelo salir en un grupo de entre tres y seis chicas, y muchas veces hemos tenido que interceder por alguna porque el apuesto galán se ha puesto pesado o, después de ser rechazado, incluso agresivo. Alguna vez nos hemos tenido que ir del sitio en que estábamos. No porque la música no nos gustase o fuera caro. Sino porque el acoso al que el grupo estaba siendo sometido era demasiado y salía más rentable volver a casa temprano. Aunque tuviésemos ganas de seguir bailando. En definitiva, no por decisión propia, sino por un factor externo totalmente prescindible y de fundamento machista.

Desde hace un tiempo, mi grupo habitual de mujeres y yo, hastiadas de las discotecas llenas de cazadores, decidimos buscar alternativas y encontramos un local en el centro de Madrid donde hallamos satisfechas nuestras necesidades. Varias pistas, música variada y que se adapta a todos los gustos, un ambiente divertido y mucho buen rollo. Una discoteca como otra cualquiera en la que hombres y mujeres bailan, se conocen, confraternizan y, si todo el mundo está de acuerdo, acaban manteniendo relaciones de x tipo. Como en cualquier garito. Solo que este está lleno de gente respetuosa que acepta un no por respuesta, y entiende que las personas buscan divertirse. Era un espacio seguro, algo que, por desgracia, no abunda, y que es importante para la sociedad. Es necesario crear espacios donde las personas puedan divertirse y su género no suponga un lastre por el simple hecho de tener que satisfacer al otro.

Qué os voy a contar, es muy guay salir de fiesta sin que nadie te acose a ti o alguien de tu entorno.

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