
Cinco maneras de hacer un buen uso del lenguaje inclusivo
Hace poco la prensa española ardió a causa de la petición de la ministra Carmen Calvo de modificar la Constitución. En esta ocasión, el cambio que se demandaba al documento magno no era legislativo, sino lingüístico. La vicepresidenta y ministra de igualdad del Gobierno Español afirmó que era necesario cambiar el masculino genérico que «no engloba el femenino».

Por supuesto, dicha petición desencadeno un fuerte enfrentamiento que no es novedoso ni genuino. La famosa batalla por el lenguaje inclusivo por el que el feminismo aboga y que parece no convencer a todos. Muchos son los que piensan que la «lengua tiene normas» y que no se puede hacer lo que un colectivo demande o quiera. El líder indiscutible de esta posición es la institución que se encarga de regular el castellano a nivel global y que dice recoger el «hablar de la sociedad»: la Real Academia de la Lengua Española (RAE).
La postura que tomó para este caso concreto se resume perfectamente en las palabras que le dedicó la académica Josefina Martínez y que se recogen en un artículo del periódico 20 minutos. En este, Martínez dice apoyar la economía del lenguaje y tacha la propuesta de Calvo de «despropósito» o «dispendio». Además afirmó que no creía

que el lenguaje empleado en la Constitución fuera machista y que el uso masculino del genérico incluye a la mujer al «suprimirse la distinción de genero». Y lo hace extensivo a la vida en general al afirmar que sería «ridículo» decir «mi padre y mi madre» en lugar de utilizar «padres». Una opinión que casa con la de otros miembros de la institución. Por lo que podría estimarse que la posición de la RAE es que el masculino genérico no supone ningún tipo de sexismo.
Sin embargo, algunos lingüistas consideran que el masculino genérico podría ser sexista al construirse sobre una base androcéntrica. Es decir, sobre la práctica o costumbre, consciente o no, de establecer la perspectiva masculina como la única posición factible con respecto a la visión del mundo, de la cultura o la historia. Lo que nos lleva a pensar que el varón, su pensamiento y su lenguaje puedan ser considerados bajo los parámetros de la universalidad. Se trataría de un tipo de sexismo presente en la lengua que refuerza los estereotipos y que, en última instancia, si supondría una manera de exclusión de las mujeres de aquellas cosas consideradas tradicionalmente masculinas.
La batalla por el lenguaje inclusivo se convierte en una ardua contienda en la que existen múltiples posiciones enfrentadas. Incluso dentro del propio feminismo existen posturas muy diferentes. Algunas abogan porque el lenguaje en sí no es sexista, sino el uso que se hace de él. Otras, que el masculino genérico no es sexista en sí y que recoge la colectividad de personas. Y algunas abogan por un uso del lenguaje más inclusivo. Incluso hay personas que demandan la creación e inclusión de un verdadero género neutro empleando la letra «e» (usar elles en lugar de ellos, nosotres en lugar de nosotros, o ministres en lugar de ministros).
Sea cuál sea tu opinión a cerca del intenso debate, si tienes interés en emplear el lenguaje inclusivo, te dejamos cinco maneras de utilizarlo haciendo un uso gramaticalmente correcto y oficial del castellano.
DESDOBLAMIENTOS
Se plantea como una alternativa al constante uso del masculino genérico que consiste en emplear sintagmas nominales coordinados a través de la conjunción «y». El núcleo será un sustantivo o palabra sustantivada con referencia de persona en los que se desdobla el género gramatical. Es decir, emplear un sustantivo dos veces, una con cada género, en lugar del masculino genérico. Por ejemplo, en lugar de decir «los alumnos del instituto», emplear «los alumnos y las alumnas del instituto». En vez de «los padres», decir «las madres y los padres.
Es un recurso útil e inclusivo que derriba la barrera androcéntrica. Sin embargo, su uso reiterado y constante podría dar lugar a un discurso recargado. Supongamos que la oración que queremos expresar es «los padres de los alumnos del instituto». Al utilizar el desdoblamiento el resultado sería «los padres y las madres de los alumnos y las alumnas del instituto». Este uso no solo supone una oración el doble de larga sino que recarga el discurso haciendo más pesado un mensaje que en principio es sencillo. Por este motivo se recomienda el uso de desdoblamientos de manera moderada y en combinación con otras formas aplicables de lenguaje inclusivo.
USO DE COLECTIVOS, ABSTRACTOS Y GENÉRICOS
Estos sustantivos permiten construir una oración que no incluye matiz de género y es aplicable a un conjunto de personas. Algunos ejemplos son: el alumnado en lugar de alumnos; profesorado en lugar de profesores; ciudadanía en lugar de ciudadanos, etc.
Al igual que con los desdoblamientos se recomienda no hacer un uso único de este tipo de sustantivos para construir un discurso pues este podría resultar recargado. Por ello, es conveniente emplearlos junto con otras formas de lenguaje inclusivo.

TRATAMIENTOS DE CORTESÍA
Aunque en la mayoría de los casos se utilicen sin intenciones discriminatorias, existen en el castellano una serie de palabras de uso habitual y tradicional que reflejan cierta desigualdad entre hombres y mujeres. Nos referimos, sobre todo, a aquellas que tienen relación con el trato de cortesía fijado culturalmente y que están cargadas de convencionalismos y clichés. Si bien en su momento tenían sentido, ya no se adaptan a la manera en que está planteada la sociedad actual. Por eso, cuando hagamos referencia a un hombre y una mujer en el mismo discurso, el tratamiento debe ser homogéneo.
Dejar de hacer la distinción señora y señorita cuando en el caso del varón únicamente se emplea señor. Parece no marcar una gran diferencia y sin embargo implica un tratamiento completamente diferente de ambos géneros e imprime un significante distinto.
Otro caso de tratamiento diferencial, muy visible en la prensa, es referirse a los hombres por el apellido y a las mujeres por el nombre. Por ejemplo, en las pasadas elecciones estadounidenses los medios se referían a los candidatos como Trump y Hillary. Lo más correcto sería emplear en ambos casos el apellido o tanto este como el nombre. Es decir Donald Trump y Hillary Clinton o Trump y Clinton. Pues, de lo contrario, parecería que el trato con ella es más cercano restándole importancia.
TÍTULOS Y POSICIONES
Es conveniente conocer la correcta manera de denominar a los y las diferentes profesionales. No se trata de algo inventado a conveniencia, sino recogido en la ley. Más concretamente, la orden del 22 de marzo de 1995 (BOE 28/3/95) es la que recoge la correcta denominación de los títulos oficiales en masculino y femenino. Y en la Ley Orgánica de Ordenación del Sistema Educativo 1/1990 las denominaciones de títulos y la mención que se debe hacer de ellos. Algunos ejemplos pueden verse a continuación.

ELIMINACIÓN DE LAS ASIMETRÍAS LÉXICAS
Las asimetrías léxicas son palabras que implican un significado diferente cuando se aplican referencias a un hombre o una mujer. Un ejemplo clásico es la dualidad presente en la palabra zorro/zorra. Si digo «Juan es un zorro», estaré afirmando que Juan es muy astuto. Sin embargo, si digo «María es una zorra»… la cosa es muy diferente. Conviene eliminar este tipo de usos asimétricos del lenguaje para así dejar de imprimir una distinción semántica.
Por último, decir que en este artículo nos hemos centrado en aconsejar o explicar maneras de conseguir que nuestro discurso sea inclusivo y no sexista. Pero es importante saber que entre los defensores del lenguaje inclusivo también están aquellos que lo estiman oportuno para incluir a aquellas personas que no se ven representadas en la sociedad binaria. Por ello, mi consejo final es que intentéis aplicar discursos lo más neutros posibles. Aunque para que esto sea totalmente posible haría falta una reforma de la gramática castellana, es cierto que podemos empezar por lo que nos permite la «legalidad» de la RAE.

