Espacio seguro

Testimono #25

Nunca he hablado de esto con nadie hasta hoy. Siempre sentí vergüenza, vergüenza de mí misma, de no haber hecho nada, de no haber reaccionado. Y miedo a que mi familia o mis amigos me mirasen de otra forma. Siempre me he sentido incómoda con este tema.

Cuando tenía 15 años, estaba con amigos viendo una película en casa de uno de ellos. Era una película bastante aburrida, de estas de adolescentes que se van de fiesta a una cabaña en el lago y algún asesino aparece. Me estaba quedando dormida cuando noté que algo me rozaba la pierna. Abrí los ojos y era, uno de aquellos a los que consideraba amigo que me estaba tocando el muslo izquierdo y pretendiendo ir introduciendo más la mano. Le miré y él me miró y me sonrió, me sentía muy incómoda y miré a un amigo que estaba sentado en una butaca y que se había dado cuenta. Con mi mirada intenté expresarle que si podía hacer algo. Rápidamente apartó la mirada y volvió a la película. Me quedé tan perpleja que solo me salió mirar al chico que me estaba tocando y sonreír también.

En ese momento la película acabó y el chico me dejó de tocar y se levantó para poner otra. Aproveché para decir que yo me tenía que ir a mi casa con alguna excusa que ya no recuerdo. Es cierto que actué y me fui, pero no sabía con qué palabras contarle eso a nadie, ni a mi pareja de aquel entonces.

A los 17, quería salir a cenar a un nuevo restaurante que habían abierto en el centro comercial de mi barrio. Le dije a mi pareja que si íbamos juntos y dijo que no. En ese momento pensé que no tenía por qué depender de mi pareja para hacer algo que me gustaba y de lo que tenía ganas, así que pregunté a los amigos del barrio y uno de ellos se vino conmigo.

Salimos a cenar, fue genial pues estuvimos de cotilleos sobre el resto de amigos del barrio, durante toda la cena, probamos un postre enorme especial por la inauguración y estuvimos hablando de una serie que nos encantaba a los dos. Cuando acabamos, comentamos que a los dos nos encantaría hacernos un maratón de capítulos de esa serie. La casa de mi pareja era la más cercana y también le gustaba esa serie, pero como se había enfadado por haber salido sin él, decidimos ir a casa de mi amigo y me quedé allí a dormir.

Nos lo habíamos pasado tan bien, que no me imaginaba que me despertaría a la mañana siguiente no porque sonase ninguna alarma, ni porque entrase la luz por la ventana, sino porque aquel al que llamaba  amigo me estaba tocando los pechos, de nuevo, mientras estaba dormida. No sabía cómo reaccionar, me sentía incómoda, así que me hice la dormida y continuó, hasta que por suerte al cabo de poco sonó la alarma que tenía programada en el móvil para no quedarme hasta tarde. Me desperté, sonreí, hice como si nada y me fui dándole los buenos días a su madre.

Tampoco se lo conté a nadie, porque como no abrí los ojos y no le vi, sigo pensando que mi cerebro me puede haber traicionado. Todavía me sigo diciendo a mí misma que son invenciones.

A los 18 años, convencía mi madre para poder dormir con mi pareja (que siempre solía dormir en otro cuarto cuando venía a casa). Ella me dijo que si no habíamos hecho nada todavía era un error, porque los chicos «no se controlan». Yo le dije que eran tonterías, y además, ya habíamos tenido relaciones.

Esa primera noche yo estaba muy contenta por poder dormir abrazada a mi pareja. Estaba quedándome dormida cuando noté que la mano que tenía puesta en mi estómago y con la que me abrazaba, comenzó a subir por debajo de la camiseta. No era nada que no hubiésemos hecho, pero en mi cabeza pensaba: se supone que estoy dormida, por qué me está tocando!

De nuevo, no me moví y casi paré la respiración, de tocarme el pecho comenzó a bajar la mano y yo solo pensaba en que no me podía creer que estuviese tocándome sin yo estar consciente. Estaba despierta, sí, pero eso él no lo sabía, es decir, que me estaba tocando dormida. Por suerte, cuando bajó por el ombligo paró y volvió a abrazarme.

Apenas conseguí conciliar el sueño ya. Me sentía incómoda y no quería seguir estando abrazada a él. Cuando corté con él, al cabo de un tiempo, sí pude hablar de esto con algunas personas, pero siempre en clave de: fíjate que mi madre me avisó y tenía razón. Y nunca lo cuento con la gravedad y la incomodidad que supuso para mí.

Nunca le he contado estas cosas a nadie, hasta hoy. Hace poco comencé a tener problemas al tener relaciones sexuales con mi pareja actual. De sentirme incómoda, sentirme nerviosa, no estar a gusto. Pues aunque mi pareja no haga nada de lo que pudieron hacer las personas anteriores, hay momentos en los que me acordaba y lo rememoraba.

Hace poco decidí contárselo, me desahogué y se lo expliqué todo. Sentía que estaba exagerando, que eran tonterías que no tenían que afectarme ni seguir recordando, y como decía, en el segundo caso, me sigo diciendo a mí misma que a lo mejor me lo inventé.

Pero mi pareja me escuchó, estuvo a mi lado sin sentir pena, sin victimizarme de alguna forma, sin hacerme preguntas sobre por qué no hice nada. Simplemente me escuchó, me dijo que me creía, que de seguro no me inventaba nada y me pidió que no siguiera justificando las acciones de esos chicos.

Por mucho que haya aprendido sobre el movimiento feminista desde los 15 años, por mucho que me esfuerce en deconstruirme, a veces, es más fácil darme cuenta de mis privilegios como mujer blanca e intentar apoyar a mis compañeras cuando ellas sufren a causa del sistema, del capitalismo, del machismo o del racismo, que analizarme a mí misma y darme cuenta de las cosas que he vivido.

El miedo y la vergüenza me han hecho callar estas cosas hasta los 24 años. Solo espero que contando mi experiencia, aporte un granito de arena a que a cualquier chica que le suceda esto, inmediatamente, pueda contárselo a alguien, pedir ayuda y no guardárselo intentando hacer como si no hubiese sucedido.

Gracias Gafas violetas por la labor que hacéis y por crear espacios como este.

R

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *