
El silencio del aborto
En este 2020 extraño se cumplen 35 años de la despenalización del aborto en España y 10 de la ley de salud sexual y reproductiva, pero también hemos sido testigos de cómo en otros países como Polonia el gobierno pretende dar pasos atrás y restringir el derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo. La lucha por el derecho al aborto es uno de los pilares del movimiento feminista en todo el mundo, pero el estigma todavía sigue presente incluso en lugares en los que existe una regulación. Se habla del tema, pero hay muchas cosas que no se dicen. ¿Cuántas mujeres a nuestro alrededor han tenido un aborto y no lo cuentan? ¿Por qué muchas no sienten que puedan hablar libremente de ello?
En febrero empecé a trabajar en De eso no se habla, un podcast sobre silencios que quiere unir los puntos entre los silencios individuales y los colectivos. Uno de los episodios contaría la historia de «las 11 de Basauri», una historia de la que yo no sabía nada y que hizo posible la reforma del código penal que en 1985 despenalizó el aborto en nuestro país en tres supuestos: violación, malformación del feto o riesgo para la salud física o psíquica de la embarazada.

Las 11 de Basauri son en realidad 10 mujeres y un hombre a quienes arrestaron en 1976 en Basauri (Bizkaia) por abortar, practicar abortos o inducir a abortar. El juicio se suspendió varias veces entre 1979 y 1982, y durante estos años el movimiento feminista se volcó en apoyar a estas mujeres, con movilizaciones a nivel estatal e internacional. El caso tuvo una gran repercusión mediática, y varias de las 11 de Basauri dieron entrevistas y ruedas de prensa. La sentencia del juicio celebrado finalmente en marzo de 1982 fue un gran avance hacia la despenalización del aborto tres años después. Nueve de ellas fueron absueltas y las otras dos no llegaron a entrar en prisión. Durante los años que duró el proceso judicial, las 11 de Basauri pusieron cara a un problema social, pero tras la sentencia no volvieron a hablar públicamente de ello.
Isabel Cadenas Cañón es la directora de De eso no se habla. Es de Basauri, pero nunca había visto la placa en el ayuntamiento del pueblo que conmemora ese proceso y la repercusión que tuvo en la lucha feminista. De hecho, hace dos años tampoco conocía esta historia. La conoció a través de su amiga Haizea, activista feminista, aunque en un primer momento no pensó que tuviese cabida en el podcast porque no veía la relación con el silencio. «De estas cosas sí se hablaban, son temas que se tratan. Además, acababa de salir el documental de EITB, se estaba hablando del tema», explica. Sin embargo, tras investigar un poco sobre la historia se dio cuenta de que quienes no habían hablado habían sido las protagonistas, las 11. «Me quedé flipada. No con lo que pasó, sino con que no hubieran hablado».

Isabel decidió intentar hablar con ellas para el episodio, escucharlas décadas después, pero nadie pensaba que fuese posible. «Todo el mundo me decía que ellas no iban a querer hablar. Todo el mundo: feministas, gente del ayuntamiento, gente que ya había investigado… Y yo no lo entendía. Necesitaba entender por qué no hablaban», cuenta. Habían pasado casi 40 años desde el juicio y quizá ahora, en un contexto muy diferente, sí que quisieran contar su historia. «Que no quisieran hablar hace 35 años no quiere decir que no quieran hablar ahora. Creo que muchas veces, en el caso de las mujeres, a muchas no se les había preguntado si querían hablar. ¿cómo sabes que alguien no quiere hablar si no le preguntas?», se pregunta Isabel. «Vanessa (editora de guion en De eso no se habla) me comentaba que en España muchas veces el concepto del respeto se puede llegar a confundir con vagancia. “No, es que hay que respetar”… Bueno, preguntarle a alguien si quiere hablar es respetar. Otra cosa sería ponerles el micrófono delante».
Encontrarlas no fue fácil. Buscamos a través de redes sociales a mujeres con esos nombres e Isabel intentó contactar con su entorno. «Fue mucho intentar e insistir. Hubo gente que me ayudó y hubo gente que me bloqueó en cuanto les dije el tema que estaba investigando», cuenta. ¿Por qué no aparecían como las protagonistas de un acontecimiento tan importante que hizo posible el avance social en cuanto al aborto? Isabel cree que hay dos razones: «una, porque el estigma del aborto es muy fuerte y porque todavía es como “ay pobres, con lo que pasaron”. Y por otro lado creo que había una cosa de clase social. Estas mujeres eran mujeres muy pobres y creo que había una cosa paternalista en todo esto, de ellas no pensar que eran importantes y sus hijos e hijas no pensar que fue importante lo que hicieron. Yo entiendo que es raro, no nos pasa en el día a día que nos llegue un periodista a casa. Y dependiendo de tu clase social, también va a ser diferente tu reacción, porque pienses que no tienes nada importante que decir o porque pienses que lo tuyo no es relevante».
La pregunta que plantea en el episodio es si estas mujeres son conscientes de lo importantes que fue ese proceso para la historia de nuestro país. ¿Saben que se les han hecho homenajes y que su historia se sigue contando en distintos formatos? «Quizá ellas no lo sepan, pero realmente para muchas de nosotras esas mujeres son muy importantes», comenta Isabel. «También me parecería interesante hablar con sus hijos e hijas, entender si les han contado eso, y si se lo han contado, por qué lo ven como un estigma. Porque yo entiendo que cuando tú has tenido una experiencia traumática lo vivas como un estigma, pero ¿qué pasa con esa siguiente generación? Eso es lo que me gustaría saber».
De alguna manera, el silencio sobre el aborto se ha mantenido y a pesar de los avances el estigma sigue ahí. Compañeras feministas que tratan temas de aborto le cuentan a Isabel que hoy en día, por ejemplo, conseguir testimonios de mujeres que hayan abortado es más difícil que hace cinco años. «No creo que el aborto haya dejado nunca de ser un estigma, pero de repente ha habido un repliegue que quizá tiene que ver con la extrema derecha, con el nuevo ciclo político…», explica. Cuando se publicó este episodio, por primera vez no podíamos etiquetar a la protagonista en las publicaciones como en los episodios anteriores. «Es raro ser la portavoz de una historia que no es la mía. En el resto de episodios, las voces siguen estando en la conversación después, puedes hablar con ellos y tal. Pero aquí no hay nadie con quien contar la historia, nadie que reciba también el reconocimiento».
El episodio, titulado «Una placa en mi pueblo», se pregunta cómo se construye un silencio. Ahora toca romperlo, este y otros muchos que siguen presentes en nuestra sociedad. A veces hace falta un cambio de perspectiva para ver que esas cosas a las que nos habíamos acostumbrado no tienen por qué ser así. «Yo siempre he militado en política, pero no me consideraba feminista. Luego, cuando te pones las gafas violetas, miras hacia atrás y te das cuenta de que muchas de las cosas que te pasaban era por ser mujer», cuenta Isabel. En cuanto a los silencios, considera que los de las mujeres pesan más porque «hemos sido más silenciadas y nuestras historias, en general, se han quedado siempre en el ámbito privado. Como si el ámbito privado no fuera político, o como si el ámbito privado no fuera un ámbito en el que pasan cosas importantes. No sé cómo viven individualmente las cosas los hombres y las mujeres, pero sí sé que colectivamente el silencio que cae sobre las mujeres y sobre nuestros trabajos y sobre nuestras vidas es mayor».
En la historia de las 11 de Basauri faltan las voces de sus protagonistas, que probablemente nunca pensaron que estaban haciendo historia. Quizá en algún momento rompan su silencio a medida que todas lo hagamos. Lo que he aprendido de esta historia es que los silencios los rompemos entre todas, juntas.

