
Jóvenes y Brujas, ¿la original o la secuela?
Hace un mes, celebramos la noche de Halloween hablando sobre directoras de cine de terror, cuyo auge ha permitido renovar este género cinematográfico y llevar nuevas historias a la gran pantalla. Fue justo el 31 de octubre cuando se estrenó en cines Jóvenes y Brujas, una secuela de la película, titulada en español de igual manera, estrenada en 1996 y que en su momento fue dirigida por Andrew Fleming. En esta ocasión, ha sido escrita y dirigida por Zoe Lister-Jones, quien ha marcado una notable diferencia con respecto a la primera película. Esto ha causado que sea objeto de aplausos y críticas a partes iguales. A continuación, os contamos el porqué.

Brujería, pero con distintas brujas
En un primer instante, la productora Blumhouse planteó un remake de la historia original, recuperando en la gran pantalla a esas cuatro chicas de instituto que mediante la brujería hicieron frente a problemas de su vida diaria, como el racismo, los complejos, los rechazos amorosos, el machismo o la violencia dentro de una familia desestructurada, hasta que se les fue de las manos y obsesionadas con el poder terminan siendo un peligro para ellas mismas, siendo la protagonista quien consigue acabar con todo.

No obstante, en vez de realizar simplemente una nueva versión, al final, se optó por realizar una secuela, donde 14 años después otras cuatro jóvenes descubren su poder. Muchos fans esperaban ver a las brujas que causaron furor en los 90, encarnadas por las actrices Fairuza Balk, Robin Tunney, Rachel True y una muy joven Neve Campbell, a quien veríamos posteriormente en películas, como las de la saga Scream. Sin embargo, la propuesta de Zoe Lister-Jones ha contado con Lovie Simone, Zoey Luna, Cailee Spaeny y Gideon Adlon para dar vida a unas brujas propias del contexto actual.

Adolescentes, pero con distintos problemas
Ambas películas presentan la vida en el instituto como un microcosmos reflejo de la sociedad en general. Mientras que numerosas críticas han reprochado a la nueva Jóvenes y Brujas que careciese de la oscuridad, la tensión y el violento enfrentamiento entre las protagonistas que caracterizaba a la producción de 1996, otras han recalcado que, para ver lo mismo, ya está la película original. Lo relevante de este recién estrenado film, es que estamos en 2020, han pasado 24 años y el contexto, la sociedad y la juventud actual tienen muchas cuestiones diferentes que añadir y respecto a las que hablar, como la menstruación, el despertar sexual, la masculinidad tóxica, o la pornografía consumida por jóvenes, las cuales van apareciendo en breves detalles pero lanzando importantes ideas y mensajes.
Si bien en la primera película, un joven bajo la influencia de un hechizo de amor, se obsesiona hasta el punto de perseguir y casi violar a una de las protagonistas, en 2020, nos encontramos con numerosas menciones a la tan necesaria educación sexual, la importancia del consentimiento y la discriminación y violencia que sufren personas LGBT+.
En 1996, veíamos cómo la joven interpretada por Rachel True se vengaba de la chica blanca y racista del instituto que continuamente le hacía bullying por ser negra. En 2020, a pesar de que encontremos un personaje abusón similar, este no sufrirá ninguna venganza, sino que recibirá un hechizo que le transforma completamente como persona sacando la mejor versión de sí mismo.
También, cabe destacar en esta nueva producción, el papel de Lourdes, una de las cuatro protagonistas y chica trans, interpretado precisamente por Zoey Luna, quien desde 2016 lleva siendo todo un símbolo para el colectivo trans, especialmente en California (EE. UU). Esto es relevante, pues desde hace décadas, asociaciones como GLAAD han reclamado que los personajes trans los interpreten actrices y actores trans, algo que se cumple en este caso y queda recalcado, pues como dice en una escena:
“Todo el mundo sabe, que hasta las chicas trans tenemos nuestra propia magia”

Brujas, pero más responsables
Al mismo tiempo que muchos espectadores han tildado a la película de edulcorada, otros muchos han reconocido la intención de la directora de hacer una película sobre la sororidad, el sentimiento de comunicad y de apoyo mutuo entre mujeres. Ambas películas tratan el empoderamiento femenino, algo que destacó notablemente en los noventa, cuando esta película no solo rescató el subgénero del terror adolescente, sino que convirtió a cuatro chicas en sus protagonistas, sin caer en las banales escenas de pornsoft que se podían ver en otras obras. Sin embargo, en 2020 la película ya no se enfoca en esas cuatro mujeres luchando contra ellas mismas, sino que aquí se unen para acabar con el mal, en este caso, externo que las amenaza y son muy conscientes de lo que implica hacer uso de sus poderes.
En 1996, el film se dirigió a los adolescentes de aquel momento, quienes por primera vez se sintieron identificados con un personaje en la gran pantalla, al reflejar la subcultura gótica en Estados Unidos, entusiasta de las artes oscuras y de Black Sabbath. El error de muchas críticas con respecto a la Jóvenes y Brujas de 2020 ha sido considerar que esta se dirige a aquellos mismos chicos y chicas fans en los noventa, cuando esta interpela a los adolescentes actuales.

De tal forma que ya no encontramos a aquellas brujas agresivas, rompedoras, que hacían uso de sus poderes para por fin tener todo lo que ansiaban y donde el empoderamiento emanaba de esa fuerza; sino que ahora son simplemente cuatro amigas que se divierten de pertenecer al propio mundo que ellas han creado, que se cuidan entre ellas, se aceptan, no se manipulan ni fuerzan a nada, donde el empoderamiento procede del amor propio y construyen una verdadera amistad a través de la brujería.

