
Nawal El Saadawi: 89 años de rebeldía y creatividad
A lo largo de toda una vida no son muchas las personas que podemos llegar a conocer que nos inspiren, transmitan y llenen de fuerza meramente con escucharles hablar o conocer sus historias. Si por un instante dirigiésemos nuestra mirada hacia el feminismo africano, no podríamos evitar detenernos en Egipto, pues, sin lugar a duda, una de esas personas sería la Simone de Beauvoir del mundo árabe, Nawal El Saadawi, quien a sus 89 años, falleció el pasado 21 de marzo.
Entre novelas de ficción, testimonios reales y sus memorias ha escrito más de 40 libros. Ha recibido premios literarios en Egipto, Francia y Australia. Está galardonada con el Doctorado Honoris Causa en tres universidades. Y su lucha y vida, a lo largo de los 89 años que ha recorrido, han sido reconocidas en todo el mundo.
Vivió durante los gobiernos de Abel Nasser, El-Sadat, Hosni Mubarak, de Mohamed Morsi y del actual Al Sisi, del que dijo: “Me dejan trabajar con libertad porque ahora Al Sisi necesita mujeres como yo. De lo contrario, ya me habrían mandado a la cárcel”. En todos ellos fue activista política, e independientemente del peligro que supusiese, Nawal siempre alzó la voz contra las injusticias y criticó cada uno de los gobiernos de Egipto.
Esto llevó a que sus obras fuesen censuradas en numerosas ocasiones; que la encarcelaran en 1981 durante meses por instigar la revolución entre jóvenes y atacar al gobierno; también que las diferentes organizaciones que fundó para defender los derechos de las mujeres y de los humanos en el mundo árabe fueran clausuradas y prohibidas; que perdiese puestos de trabajo y cargos importantes en los ministerios de educación y sanidad de Egipto y que recibiera amenazas de muerte por las que terminó exiliándose durante varios años a Estados Unidos.
A pesar de haber sido juzgada de apostasía, es decir, de rechazar el Islam que antes profesaba, salió inocente de todos los procesos y nunca tuvo miedo de volver a Egipto las veces que fuesen necesarias para seguir luchando. De hecho, al igual que otras muchas mujeres, cuya labor fue esencial durante la Primavera Árabe, Nawal encabezó muchas de las manifestaciones que se produjeron en la plaza de Tahrir en Egipto en 2011.
Estudió medicina y se especializó en psiquiatría y ginecología, aunque siempre se sintió más novelista y rebelde que cualquier otra cosa. Era optimista, se consideraba poderosa y se forjó a sí misma para liberarse de todas las ataduras que la sociedad impone. De manera que por todo lo que ha vivido no creía ya en ninguna de las religiones monoteístas que controlan en mundo, ni en los gobiernos y aun siendo un claro referente para el movimiento feminista, ella se consideraba humanista, pues no separa el feminismo de la lucha de clases, contra el capitalismo, de raza o contra el colonialismo.
Su corazón feminista y su falta de creencia en las grandes religiones, entre ellas, aquella con la que se había criado, el Islam, se forjaron en su infancia.
«Mi abuela era campesina y analfabeta. Y el alcalde del pueblo, que se llevaba su algodón, solía tratarla muy mal, con mucho desprecio, igual que al resto de agricultores. «Sois unos ignorantes», les gritaba. «Y tú, mujer -le decía-, ¡no has leído el Corán! ¡No sabes nada de Dios!». Pero un día mi abuela se hartó y le replicó: «¿Quién te ha dicho que el Corán sea Dios? ¡Dios no es un libro, Dios es justicia y lo conocemos a través de nuestra mente!». Yo tenía 5 años cuando escuché aquello. Y comprendí que Dios es justicia. Por eso, cuando empecé a notar que mi hermano tenía más derechos que yo, a pesar de que yo era mejor estudiante, me revolví. Me quejaba y mi familia me decía que los chicos valían más que nosotras. Así que cogí lápiz y papel y redacté la primera carta de mi vida. «Dios -escribí-, mi abuela me ha dicho que tú eres justicia. Pero si no eres justo y no llego a ser igual que mi hermano, no estaré lista para creer en ti». ¡Y solo tenía 8 años!»
Entrevista de Núria Marrón, El Periódico
Conforme fue creciendo y estudiando el Corán y la Biblia se dio cuenta de que era imposible defender cualquiera de las tres grandes religiones pues, según ella, todas coinciden en que están en contra de las mujeres, y más cuando la religión pasa a convertirse en un arma política. “Ninguna tiene como característica el empoderamiento de la mujer, son patriarcales y por tanto opresoras de la mujer”.
«Todas: el cristianismo, el islamismo y el judaísmo, las tres religiones monoteístas que dominan al mundo, son un sistema machista, racista, militar y fanático que oprime particularmente a las mujeres y a los pobres. Las mujeres nunca podrán ser liberadas en un país que no esté liberado. En el ámbito solo de los derechos de las mujeres ha habido regresión. Hace medio siglo, en la Facultad de Medicina nadie llevaba velo. Ahora el 90% de las mujeres se cubre la cabeza.»
Entrevista de Anatxu Zabalbeascoa, El País
Muchas de las críticas que Nawal ha recibido han sido por estar en contra del uso del velo ya que pensaba que el mundo actual “oprime a las mujeres, considerándolas meros cuerpos que han de resultar atractivos a los hombres, a las que hay que desnudar para servir al mercado libre o cubrir con el velo pretextando falsas razones morales o religiosas”. Y que “en el caso de Egipto, las mujeres se han visto forzadas en las últimas décadas, a causa del auge del poder político islámico, a ser invisibles físicamente (mediante el velo) y socialmente (mediante la obligación de quedarse en casa)”. En su juventud se cuestionó: «¿por qué los hombres no se cubren con un velo?, ¿por qué tenemos que taparnos la cabeza? Ahí se encuentra nuestro conocimiento por lo que no debe cubrirse. ¿Es que acaso significa una vergüenza enseñar al mundo nuestro conocimiento?».
De manera que en cuanto a creencias Nawal defendía las del Antiguo Egipto, y las diosas que en su momento había, que la historia luego a invisibilizado, como Isis.
«Yo me he sentido poderosa incluso en la cárcel. Creo que esa fuerza me viene de mi abuela y de la diosa Isis. Sí, igual soy una especie de nieta suya.»
Entrevista de Núria Marrón, El Periódico
Al igual que no creía en la religión, tampoco creía en ningún gobierno, pues según ella todos oprimen y están del lado de los que controlan el capital, no velan ni por los pobres, y solo tienen en cuenta a las mujeres que trabajan para ellos. No estaba de acuerdo ni con un gobierno de mujeres como pudo ser el de Hillary Clinton o fue el de Margaret Thatcher. Nawal exponía que para ser feminista no es suficiente con ser mujer: “Clinton es mujer pero también es a la vez capitalista, patriarcal y religiosa, que son las causas por las que las mujeres están oprimidas en el mundo”.
«Algunas mujeres poderosas no entienden el feminismo. Creen que ser feminista es odiar a los hombres. Y nada de eso: yo amo a los hombres progresistas. Y a las mujeres progresistas. No me gustan las que para mandar se vuelven patriarcales, y la mayoría de las que llegan a ministras o consiguen presidir algo lo hacen. Ese tipo de persona no ayuda a las mujeres. Las perjudica. Por eso las mujeres poderosas para mí son las que luchan contra la desigualdad en su propia familia, en sus trabajos y en su vida cotidiana. Eso es lo que cambia las cosas.»
Entrevista de Anatxu Zabalbeascoa, El País
Así, la definición que Nawal tenía del feminismo fue siempre que consiste en liberar la mente del sistema patriarcal, la religión y el capitalismo. Como mujer, escritora y feminista en sus obras reivindicó la situación de la mujer, tanto en la cultura de los países árabes como en el resto del mundo. Denunciando especialmente la ablación del clítoris que se práctica todavía a día de hoy a millones de niñas en todo el mundo, y que ella misma sufrió cuando solo tenía seis años.
«Lo cierto es que yo había olvidado mi propia ablación. Completamente. Sufría amnesia infantil, un mecanismo de defensa de los niños para olvidar el dolor. Sin embargo, ya con 20 años, cuando entré a la Facultad de Medicina y empecé a oír el llanto de niños y niñas en las consultas de los doctores… recordé. Recordé aquella noche en la que, con 6 años, me sacaron de la cama, me llevaron al lavabo, me abrieron los muslos al máximo, y con una cuchilla me cortaron un trozo de carne.»
Entrevista de Núria Marrón, El Periódico
Gracias a su lucha y a sus estudios conseguió que muchas niñas no sufrieran la misma suerte, entre ellas su propia hija. Esta y otras historias aparecen en sus memorias, en su libro La cara oculta de Eva, o Mujer en punto cero, donde encubriendo con ficción, se cuenta la historia real de una mujer a quien Nawal entrevistó la noche antes de ser ejecutada en la cárcel por haber matado a su proxeneta. “Estuve con ella tres horas. Fue ejecutada. Pero me contó su demoledora historia. Por eso escribí el libro”. Junto a Women and sex, su libro más polémico, destaca Memorias de la cárcel de mujeres, que escribió con papel higiénico y un lápiz de ojos de contrabando que le pasaron desde el pabellón de las prostitutas, ya que a las presas políticas no se les permitía tener papel y lápiz.
«Aprendí mucho. Siempre aconsejo una temporada en prisión. El dolor es el mejor educador: mi vida está llena de él, por eso he podido crecer. En la cárcel me hice amiga de una asesina que se había convertido en la asistenta de la carcelera porque esta se dio cuenta de que era una asesina honesta: había matado a su marido harta de que violara a su hija.»
Entrevista de Anatxu Zabalbeascoa, El País
Teniendo como arma la escritura, Nawal no temía a la muerte, a que la condenasen o mataran, pues sus libros ya están en el mundo, y gracias a Internet más jóvenes pueden acceder a sus ideas, sus experiencias y aprender miles de lecciones de esta mujer llena de sabiduría y honestidad, pues como ella decía: el único premio que me interesa es que uno de mis libros le cambie la vida a alguien.
Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial


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