
¿Qué significa descolonizar mi mirada?
El pasado 12 de octubre, como cada año, se realizó el desfile de las Fuerzas Armadas en Madrid, con motivo de la Fiesta Nacional de España. De forma paralela, miles de personas marcharon por el centro de la ciudad con lemas como «descolonicémonos», «nada que celebrar» o «descolonizar la tierra», pues, independientemente de que esta fecha se denomine fiesta nacional, Día de la Hispanidad o de Día de la Raza, coincide con la llegada de Colón a América en 1492.
¿Qué sucedió aquel 12 de octubre hace más de 500 años?
Bien es conocido que Cristóbal Colón consiguió que los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, financiaran su expedición para encontrar una nueva ruta a Asia navegando hacia el Oeste. Tras más de dos meses de travesía, La Niña, La Pinta y La Santa María avistaron tierra. Sin embargo, las tres carabelas no habían llegado a ninguna parte del continente asiático sino al Caribe, en concreto, a la isla de Guanahani, que sería alguna de las islas de las actuales Bahamas. Posteriormente, en este primer viaje, Colón pasaría por la isla de Cuba y una tercera que bautizó como La Española, donde hoy en día se encuentran República Dominicana y Haití.
Esto es lo que siempre hemos estudiado en la escuela en mayor o menor medida. Una serie de datos a los que a veces se añadía que esto supuso el descubrimiento de nuevas tierras y riquezas, y un poco por encima, que también implicó asesinar y esclavizar a la población indígena. Cada 12 de octubre, es posible ver esta parte de la historia a través de distintas miradas al ojear las noticias, poner los telediarios, escuchar la radio o hablar con la gente.
En primer lugar, está la mirada que, por ejemplo, reflejaron las palabras de Toni Cantó en la Comisión de Cultura celebrada en la Asamblea de Madrid días antes sobre que cuando los españoles llegaron al continente americano «lo liberaron, no lo conquistaron» porque fue liberado de un poder «absolutamente brutal, salvaje, incluso caníbal».
En 1494, se estima que en la isla La Española había una población nativa de 600.000 habitantes que para 1508 se había reducido a 60.000 y casi desaparecido en 1565. En esta y el resto de islas de las Antillas Mayores habitaban los taínos, un pueblo procedente de Sudamérica que había poblado estos territorios a lo largo de 4000 años. Teniendo en cuenta que en apenas setenta años de conquista se diezmó una población cuya cultura había existido durante milenios, me gustaría saber cuál fue el poder brutal del que fueron liberados cuando llegamos los españoles.

En segundo lugar, estaría la mirada de quienes tienen en mente el genocidio y expolio de la colonización, pero sin ahondar más. ¿Acaso es posible hacer algo aparte de aceptar estos hechos? Esta fue la pregunta que me surgió cuando me detuve sobre la palabra «descolonizar». Como periodista y mujer feminista, desde hace años he integrado en mi vida la idea de «deconstruirme», pero nunca había pensado en «descolonizarme».
El concepto deconstrucción se basa en evidenciar ambigüedades, debilidades y contradicciones de una teoría o discurso provocando que quede desmontado. Es decir, se trata de revisar ideas que a veces tenemos interiorizadas con la intención de descubrir el proceso histórico y social que subyace en ellas y ver los posibles fallos o lagunas. Algo que fácilmente he podido aplicar para obtener una mirada crítica hacia el machismo, el mercado laboral sexista, la idea del amor con la que había crecido, los cánones de belleza dominantes, etc. Sin embargo, ¿qué supone descolonizarme?
Escuchando el discurso procedente del feminismo decolonial, que sería la tercera mirada, descubrí que descolonizar mi mirada es interiorizar que estos territorios existían antes de que nos topáramos con ellos. Es pensar que América fue concebida en nuestro imaginario y quisimos transformarla a nuestra conveniencia. Es entender que el Abya Yala o Tierra de la sangre vital era un territorio sin fronteras habitado por centenares de culturas originarias diversas. Es aceptar que, junto al asesinato de las poblaciones indígenas, se llevó a cabo un etnocidio, pues se quiso destruir, invisibilizar y deslegitimar sus modos de vida, su arte, su espiritualidad, su lenguaje y sus formas de producción de conocimiento.

Descolonizar lo que hasta ahora tenía interiorizado es acceder a historias que no me habían contado o no me había parado a descubrir, como la de Anacaona.
Esta lideresa taína tuvo que ver cómo los hombres que navegaban con Colón, y que se quedaron en tierra tras el naufragio de la Santa María, se dedicaron a robar y violar a las mujeres de la isla La Española. Tuvo que ser testigo de cómo la llegada de los colonos resultó en que se esclavizara, explotara y atacase a su pueblo. Tuvo que huir de su hogar, el cacicazgo de Maguada (uno de los cinco que había en la isla), cuando apresaron a su marido Caonabo y heredar el mandato del cacicazgo de Jaragua cuando su hermano Behechio falleció. Todo para ser apresada, torturada y, finalmente, ahorcada en 1504 por el gobernador Nicolás de Ovando por haberse revelado contra los españoles.
Descolonizar mi conocimiento es darme cuenta de que la colonización no fue un «encuentro entre culturas» fue una invasión, un despojo, un saqueo y que se fundamentó, especialmente, en la violencia sexual hacia las mujeres.
.
América desde su invención en la mente de los occidentales fue concebida como mujer virgen a la que había que desflorar y violentar.
Aracely Barboza, Sexo y conquista, 1994
.
En definitiva, el imaginario de la Hispanidad ha planteado hasta hoy en día una narrativa que evita recordar al pasado, sigue ensalzando lo que en su momento fue una cultura impuesta y aparta la mirada de consecuencias como los pueblos indígenas que actualmente viven huyendo de una excavadora y enfrentando los obstáculos que ponen a su economía, su existencia y su identidad.
Un imaginario que sigue reflejado en la ley de 1987 sobre el día en el que quedaba establecida la Fiesta Nacional de España. Esta ley expone que la fecha de toda festividad nacional tiene por objetivo «recordar solemnemente momentos de la historia colectiva que forman parte del patrimonio histórico, cultural y social común, asumido como tal por la gran mayoría de los ciudadanos» y establece el 12 de octubre, porque fue el día en el que España inició «un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos». Un eufemismo bastante elaborado para evadir nuestra responsabilidad. Por eso, el que nuestra fiesta nacional siga permaneciendo en esta fecha no es un detalle sin importancia.
Por suerte, como expone la antropóloga de origen colombiano, Katherine M. Tirano, personas afrodescendientes, africanas, moras/musulmanas, romanís-Gitanas, del Abya Yala, indígenas, caribeñas y asiáticas están desarrollando un discurso enriquecido y situando en el mapa político experiencias y saberes propios.
Una serie de voces que al pararme a escuchar como mujer, feminista y blanca me hacen darme cuenta de todo lo que me queda por asimilar para descolonizar mi forma de ver el mundo y poder desde mi propio lugar ayudar a transformarlo.

