
Márgenes de la historia: el legado LGTBQ
Desde el podcast de la periodista Valeria Vegas, Orgullo, pasando por los libros de Eric Marcus, Making Gay History, y Matthew Todd, Orgullo: La lucha por la igualdad del movimiento LGTBI+, existen numerosas obras que contienen un elemento en común: contar la historia del colectivo LGTBQ, que ha sido borrada y silenciada durante décadas. Para entender una parte de esta historia, es necesario retroceder en el tiempo y hablar sobre el Código Hays, entender qué era un matrimonio lavanda y su relación con el conocido como Círculo de Costura.
Parte I: El Código Hays
Siempre se habla de «los locos años 20» con connotaciones positivas: las flappers, la libertad, el placer, lo bohemio y la divergencia. Sin embargo, toda revolución tiene su reacción, que se vio agravada por diversos escándalos sexuales.
Oficialmente llamado el Motion Picture Production Code, el Código Hays fue un reglamento implementado en Estados Unidos (EE UU) durante los años treinta que regulaba aquello que podía ser proyectado y que no. Un ejemplo de esta censura, mencionado por la youtuber Miss Bee Townsend, es la mítica frase de Casablanca (1943) — «siempre tendremos París»—. Puesto que no se podía hacer una mención explícita al romance entre Ilsa (Ingrid Bergman) y Rick (Humphrey Bogart), ya que se trataba de una relación adúltera, se optó por esta frase romántica y esperanzadora de aquello que podría o no pasar entre ambos.

La idea original era evitar que el gobierno de EE UU se metiese en temas de la industria fílmica e impusiese su propia censura. Esto fue reestructurado y desfigurado para responder ante unos valores morales conservadores y altamente religiosos, de tal manera que en 1927 ya existía una amplia lista de qué estaba permitido hacerse y qué no. Aun así, muchas productoras, directores y revistas seguían creando y mostrando contenido sexual explícito. En 1934, Joseph I. Breen —un censor católico de la época— consiguió que todas las películas producidas en Hollywood tuviesen que tener el sello de aprobación de la Administración del Código de Producción (PCA por sus siglas en inglés) antes de su estreno.
La regla de oro del Código era la moralidad, por lo que las conductas sexuales consideradas inapropiadas estaban prohibidas. Todo lo relacionado a la sexualidad debía encuadrarse en el canon heteronormativo, religioso y puritano, de modo que la homosexualidad o cualquier forma de divergencia sexual y de género era censurada o castigada en la industria. Cualquier personaje que se alejase de la norma debía tener un papel con connotaciones peyorativas, cómicas o un final desgraciado para poder ser proyectado. El Código no solo se aplicaba a las películas de Hollywood sino a los propios actores y actrices, por lo que muchos contratos contenían cláusulas que les prohibían, entre otras cosas, hacer pública su orientación sexual y de ocurrir esto podrían ser despedidos.
Parte II: El Círculo de costura
Mientras la censura ahogaba a las actrices, actores y a toda la sociedad en general, las mujeres de Hollywood crearon El Círculo de Costura (The Sewing Circle en inglés). Como cuenta Rosi Legido en su libro Escondidas en el cine, la creación de este círculo se le atribuye a Alla Nazimova, una actriz, directora y productora ruso-americana de la época.
La mayoría de las integrantes eran mujeres bisexuales y lesbianas que no podían disfrutar de su sexualidad por miedo a ser descubiertas, despedidas y convertidas en parias de las sociedad. El Círculo existió entre 1920 y 1950 y contó con artistas de renombre como Greta Garbo, Marlene Dietrich o Barbara Stanwyck. Debido a la opresión y presión que provocó el Código Hays se sabe poco sobre lo que ocurría en dicho club. Hay quienes dicen que se celebraban fiestas, otros que simplemente eran reuniones entre «amigas». Por lo general, se reunían en un marco privado y de vez en cuando en algún bar; no obstante, la discreción era el primer mandamiento.

Muchos lo comparan con el Círculo de Bloomsbury, un grupo formado por intelectuales británicos de principios del siglo XX. Sin embargo, y a diferencia de su hermano estadounidense, este club contaba con miembros de ambos sexos, mientras que el Círculo de Costura era —hasta donde se sabe— exclusivo para mujeres.
Parte III: Los matrimonios lavanda
Finalmente, están los matrimonios lavanda. Si bien durante una parte de los años 20 las personas LGTBQ tenían cabida en el mundo de las artes, EE UU comenzó a tomar un tono más conservador y en los años 30 las leyes de sodomía— las cuales habían sido reformadas en 1923— fueron aplicadas con dureza y rigor. Además de esto, con la implementación del Código Hays, los artistas LGTBQ dejaron de ser tolerados en todos los ámbitos.
Un matrimonio lavanda (lavander marriage en inglés) era la unión de dos personas de diferente sexo cuando la sexualidad de uno o ambos era cuestionada. Esto supuso que miembros del colectivo se casasen entre sí para ajustarse a la norma. Un ejemplo contemporáneo, aunque ficticio, es Gwendolyn y Tevor Briggs en la serie Ratched (2020). Estos matrimonios solían ser organizados por los estudios de Hollywood o los agentes y eran entre un hombre gay y una mujer lesbiana (o bisexual).

Durante los años 20, se rumoreó sobre la bisexualidad de Rudolph Valentino (Los cuatro jinetes del Apocalipsis, 1921), lo que podía suponer un problema de relaciones públicas. Al mismo tiempo, Natacha Rambova, amiga del actor y diseñadora de vestuario y decorados, mantenía una relación con la actriz Alla Nazimova, —fundadora del Círculo de Costura— lo que la puso en el punto de mira de los ejecutivos de los estudios. En 1923, Rambova se casó con Valentino en un intento por demostrar que ambos eran una pareja heteronormativa, pero el matrimonio sólo duró dos años.
Aunque sendos actores y actrices optaron por este tipo de unión, no todos los hicieron. Este fue el caso de William Haines, un actor de los años 20 y 30 que se negó a esconder su relación con Jimmy Shields, un ex marinero. Pudo vivir como actor y con Shields durante varios años hasta que Metro Goldwyn Mayer, la productora con la que tenía su contrato, le ordenó que se casase o se marchase del estudio. William se marchó del estudio y creó, junto con Jimmy, un negocio de diseño de interiores.

La historia de las personas LGTBQ está ahí, siempre han existido. No es algo innovador y mucho menos es un capricho de las nuevas generaciones. Pero, y a diferencia de parte del mundo contemporáneo, nuestros antepasados han tenido que saber cómo jugar sus cartas para poder sobrevivir en un mundo lleno de odio. Nosotras, nosotros y nosotres, herederos de esta historia, estamos obligadas a conocerla, nombrarla y contarla para reconstruir nuestro pasado y crear nuestro futuro.
